Según la leyenda del ‘cura sin cabeza’, se dice que un sacerdote, para cambiar su aspecto, colocaba con habilidad una parte del manteo sobre su solideo. Otros dicen que es un espectro que vaga por las noches. El propósito es y era intimidar a la gente que caminaba por los barrios oscuros y solitarios durante la noche.
Algunos eclesiásticos llevan un casquete de seda conocido como solideo o zucchetto, que solo se quitan ante Dios. El manteo es una capa larga con cuello que llevan sobre la sotana.
La leyenda del cura sin cabeza
Esta parte no es tan terrorífica, pero, como relato de la leyenda del cura sin cabeza, es una de las versiones que se cuentan como parte de las tradicionales.
Como se dijo al inicio, un sacerdote colocaba hábilmente una parte del manteo sobre su solideo, de tal modo que parecía que era un ser sin cabeza.
Algunos moradores que ya sospechaban algo de lo que ocurría, acompañaban a dicho individuo sin que este se entere, siguiéndolo en silencio muchas veces, hasta que lo veían posarse en los extensos jardines eróticos de su amada “Dulcinea”. De tal modo, se aseguraba que el lugar de los idilios del ser misterioso, era el Barrio de San Roque, en la ciudad de Cuenca.
No obstante, llegaron a reconocerlo completamente. Así, una mañana, cuando las campanas sonaban al amanecer, algunos feligreses que asistieron a la misa de cinco decían:
“Ehhh, mira … ¿Qué muerte tendrá este taita curita si está con cabeza?”
Las beatas añadían: “
“Que Dios nos ampare y nos proteja de este Santo Sacerdote”.
Esto, sin embargo, hace pensar que este caso es bastante intrigante. Se puede decir, hasta ahora, que en algún momento se podría llegar a ver un “cura sin cabeza”.
Otra historia del cura sin cabeza, más espeluznante.
En Ibarra, otra ciudad de Ecuador, en aquellos tiempos cuando la ciudad aún no contaba con luz eléctrica, cuentan que las familias se reunían después de la merienda, habiendo recogido los platos y la luz de las lámparas de aceite apenas iluminaba los rostros.
Entonces, comenzaban los relatos, incluyendo aquellos que causaban miedo y referían elementos sobrenaturales, los cuales eran los más populares. Sin embargo, estas reuniones permitían a los abuelos y padres transmitir enseñanzas y valores. El “cura sin cabeza” era uno de los relatos que surgían sobre seres escalofriantes, en el que se decía que bajo el manto de la oscuridad, un espectro caminaba por las calles empedradas de la ciudad.
Los abuelitos se destacaban con sus atrayentes relatos, y contaban que este ser, el cura sin cabeza, aparecía en la “hora del diablo”, cuando el reloj marcaba las doce de la noche. Era una figura espantosa que llevaba una sotana negra vieja y que se movía con la intensidad del viento mientras caminaba. Los miedos más profundos de los ibarreños salían a la luz con los relatos detallados que hacían aquellos “veteranos”, los cuales acentuaban su imagen fantasmal.
Contaban que por las calles, ‘el cura sin cabeza’ caminaba muy lentamente y que con la fuerza del viento, sus pasos eran como un golpeteo sordo y prolongado, casi arrítmico. En el silencio de la medianoche, caminaba arrastrando los pies como si fuera algún ritual, generando un eco que resonaba hasta tal punto que algunos ciudadanos, años más tarde, testificaban que aún escuchaban este sonido en las noches de viento. Parecía como que su pesadez reflejara su condena eterna y hacía pensar que llevaba una gran carga emocional y espiritual.
Los lugareños decían que lo más asombroso y terrorífico era que el hombre carecía de cabeza, lo cual le daba al espectro una imagen inhumana y escalofriante.
Quienes veían de lejos al cura sin cabeza, se alejaban murmurando una oración porque su aparición era suficiente para causar miedo y pavor. Por otro lado, aquellos que, por alguna razón, se lo encontraban de frente, huían espantados, lanzando espuma por la boca.
Algunos contaban que el religioso había cedido a las tentaciones terrenales del amor prohibido y de la codicia, por lo que su forma espectral, que ahora tenía, fue el resultado directo de su traición a sus sagrados votos. Por lo tanto, la decapitación, fue el precio de sus pecados. Prácticamente, como que definiera un recordatorio de que las acciones que uno hace en la vida pueden tener efectos duraderos, incluso después de la muerte.
En conclusión, los habitantes aseguraban y aún afirman que el “El cura sin cabeza, es un espíritu condenado que sufre una penitencia eterna”.
Espero que el relato de esta leyenda ecuatoriana, sobre “El cura sin cabeza”, haya sido de tu agrado.
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